
Rebeca no es una pintora. Es una forma de pintar. Nació en Madrid en el seno de una familia de artistas, su padre es pintor y su madre ceramista, pero nunca estudió Bellas Artes ni falta que le hace. En su universo conviven a codazos el diseño gráfico y la iconografía religiosa del siglo XVII, los dibujos animados y Michael Haneke, el rosa chicle y las Pinturas Negras de Goya, el Superflat y la copla: algo así como si Doña Concha Piquer se arrancara por haikus. Su obra es rompedora e innovadora. Repleta de humor, de colores vivos y de energía positiva.
Tiene un galgo con nombre de persona, una gata con nombre de fruta y una casa con nombre de medio de transporte. Pinta en Madrid en una terraza con vistas a los tejados del barrio de Lavapiés. Y lo hace, dice, porque- de momento- los acrílicos se dispensan sin receta médica.
Página web: www.rebecakhamlichi.com
Querida Maud
Ella ha sido la encargada de dar vida a la gran Maud Wagner (1877-1961), la primera mujer tatuadora profesional de la historia. Antes de eso, Maud fue acróbata y contorsionista. Una mujer dispuesta a romper las reglas como la propia Rebeca Khamlichi.